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Las moscas que anuncian la muerte: el valor de la entomología forense

Publicada el 03/09/2025 por Victoria Pascual

El El País publicaba el 3 de septiembre de 2025 una noticia con un título tan gráfico como inquietante: “Las moscas que anuncian la muerte”. El artículo explicaba cómo la ciencia ha perfeccionado el uso de insectos en la investigación criminal, abriendo nuevas posibilidades en la resolución de delitos complejos.

Lejos de ser un recurso literario propio de novelas policíacas, la entomología forense —rama de la biología que estudia el papel de los insectos en la descomposición de los cuerpos— se ha consolidado como un recurso imprescindible en la criminología. Gracias al análisis de las especies presentes en un cadáver y a la fase de su ciclo vital (huevo, larva, pupa, adulto), es posible calcular con gran precisión el intervalo postmortem (IPM), es decir, cuánto tiempo ha pasado desde la muerte.

La aplicación práctica de la entomología forense ha sido decisiva en numerosas investigaciones criminales:

  • Illinois, 1977. El entomólogo Neal Haskell analizó el cuerpo hallado en el maletero de un coche. El estudio de las larvas permitió demostrar que la víctima había muerto varios días antes de lo declarado por el sospechoso, desmontando su coartada.
  • Quebec, 2001. Una joven apareció muerta en un entorno donde los insectos presentes en el cadáver no correspondían al hábitat. Los especialistas concluyeron que el cuerpo había sido trasladado, lo que orientó a la policía hacia la escena original y al autor del crimen.
  • España, 2011. Investigadores de la Universidad de Alcalá colaboraron en un caso en el que la descomposición avanzada del cuerpo impedía datar la muerte. El análisis de larvas de dípteros permitió acotar el momento del fallecimiento y reducir el círculo de sospechosos.

Estos ejemplos muestran cómo, en ausencia de testigos o pruebas tecnológicas, los insectos se convierten en testigos biológicos capaces de aportar información objetiva y determinante.

El perfeccionamiento de la entomología forense ha sido posible gracias a los llamados campos de descomposición humana o body farms. El primero fue creado en 1981 en la Universidad de Tennessee por William Bass. En estos recintos experimentales, se colocan cuerpos donados a la ciencia en diferentes escenarios (enterrados, sumergidos, expuestos al aire libre) para observar de manera controlada la acción de insectos y el proceso de descomposición.

De este modo, los investigadores han podido elaborar bases de datos entomológicas que hoy sirven como referencia para determinar con rigor el intervalo postmortem en casos reales.

La entomología forense no solo sirve para establecer el momento de la muerte. También permite identificar si un cuerpo fue movido, determinar condiciones ambientales en el lugar del crimen o incluso detectar sustancias tóxicas en el organismo de la víctima a través de las larvas.

Así pues, lo que para muchos puede ser un detalle desagradable de la naturaleza, para la criminología es una herramienta valiosísima. Las “moscas que anuncian la muerte” pueden ayudar a la justicia a dar voz a quienes ya no pueden contar lo ocurrido.

Fuente imagen: Noticias U de C

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