La Toxicolgía es una ciencia que tiene como objeto de estudio los tóxicos y las intoxicaciones. Un tóxico es una sustancia nociva para la salud de los organismos vivos, y la palabra viene del latín toxicus (veneno).
Esta ciencia estudia los siguientes aspectos:
- Origen de los tóxicos y sus propiedades.
- El mecanismo de acción de los mismos: la parte del organismo sobre la que actúa.
- Consecuencias de sus efectos lesivos.
- Métodos de evitar la contaminación, propagación, tratamiento, antídotos.
Se tienen evidencias de que el hombre primitivo ya utilizaba tóxicos extraídos de plantas o animales para la caza mediante el envenenamiento de dardos.
Es alrededor del año 2700 AC cuando se tienen los primeros datos sobre la experimentación de tóxicos a manos del chino Shennong, al cual se le atribuye la identificación de numerosas variedades de plantas medicinales y tóxicas. También se cree que, al experimentar sus efectos sobre sí mismo, murió de una intoxicación.
Más adelante, en torno al año 1500 A.C, encontramos el Papiro de Ebers (imagen lateral) en el que se escribió en Egipto un tratado sobre toxicología, en el que se explicaba el uso de los venenos conocidos y que era controlado por la casta sacerdotal.
También en Grecia se usaba el veneno, en este caso como método de ejecución. El gran filósofo Sócrates fue condenado a muerte en el año 399 A.C. y fue ejecutado con cicuta.
En el Imperio Romano estaba tan difundido el uso del veneno con fines criminales que el senador Lucio Cornelio Sila publicó una Ley (Lex Cornelia de sicariis et veneficis, «Ley Cornelia sobre apuñaladores y envenenadores») que condenaba con penas de muerte su uso.
En el Imperio Romano estaba tan difundido el uso del veneno con fines criminales que el senador Lucio Cornelio Sila publicó una Ley (Lex Cornelia de sicariis et veneficis, «Ley Cornelia sobre apuñaladores y envenenadores») que condenaba con penas de muerte su uso.
Ya en la Edad Media se producen grandes hitos en el mundo de la toxicología como cuando el humanista judío Maimónides escribe el «Tratado sobre los venenos y sus antídotos». El uso criminal de los tóxicos estaba muy extendido en esta época, siendo un ejemplo de ello los hermanos Borgia que usaban una mezcla llamada «La Cantarella» con base de arsénico para asesinar a personas influyentes para conseguir objetivos económicos y políticos.
En el Renacimiento grandes personajes como Leonardo Da Vinci, experimentaron con los tóxicos, concretamente con la bioacumuluación de los tóxicos. Numerosas personalidades en esta época hacían uso de los venenos para fines criminales. Entre ellos encontramos a la reina de Francia, Catalina de Médici (imagen lateral), que experimentaba con pobres y enfermos para luego usarlo en sus objetivos criminales; o Catherine Deshayes Monvoisin que fue quemada viva acusada de envenenadora y bruja; incluso el Papa Clemente VII fue probablemente asesinado por medio de la ingesta de amanita phalloides (hongo venenoso). Un ejemplo de su extensión lo encontramos en el Decreto Real que aprobó Luis XIV de Francia, en 1682, que prohibía a boticarios vender arsénico u otras sustancias venenosas (a excepción de amigos y conocidos).
Hasta el siglo XX el estudio de los tóxicos sigue evolucionando de una forma más rápida y eficaz. Asimismo, se acrecenta la preocupación de la sociedad por el uso de este tipo de sustancias y, también, por el estudio de su detección y de su tratamiento.
De esta manera surgió la ley en Inglaterra de protección a los deshollinadores en 1788 debido a los estudios del cirujano Percivall Pott que asociaban la exposición al hollín de los trabajadores con un alto número de incidencias de cáncer escrotal o la ley del arsénico, que obligaba a darle un color índigo para evitar envenenamientos accidentales.
En estos años, entre cientos de adelantos científicos sobre la materia, se aisla el alcaloide de la adormidera (morfina), el estimulante de la cafeína de los extractos de plantas, se descubre el edulcorante artificial y las propiedades vasodilatadoras (a parte de explosivas) de la nitroglicerina.
En el siglo XX la guerra química es ya una realidad. En la Primera Guerra Mundial se usaron agentes en ampolla como el cloro o el cianuro como arma química que habían sido desarrollados por el alemán Fritz Haber. Años más tarde, en el Protocolo de Ginebra se prohibía el uso de estas armas (dicho protocolo fue actualizado en 1993, donde incluyeron también la prohibición de su producción).
Otros tóxicos se desarrollan en esta época con fines lúdicos, como el tónico alcohólico adulterado con TOCP que se creó durante la Ley Seca de Estados Unidos para paliar la escasez de alcohol. Centenares de personas se vieron afectados por severas neuropatías por su consumo. En 1938, el científico Albert Hofmann sintetizó el ácido lisérgico (LSD, imagen lateral) que fue probado por él mismo en su
laboratorio.
También han surgido en este período numerosas leyes y prohibiciones para regular el uso de los distintos tóxicos. Entre ellas encontramos la Ley de Pureza de Alimentos y Medicamentos (1906) que impedía la venta o tráfico de alimentos o fármacos caducados, mal etiquetados o sin etiquetar, o la Ley Seca de Estados Unidos, que prohibía la producción y venta de bebidas alcohólicas ilegales.
La historia de la toxicología mundial es muy extensa y profunda. La evolución del conocimiento sobre los límites de los tóxicos, su acciones y repercusiones en los seres humanos en particular y los seres vivos en general es un conocimiento fundamental para nuestra supervivencia y para el desarrollo de nuestro mundo. Asimismo, todos estos conocimientos son fundamentales en la criminología moderna, ya que con ellos, el investigador será capaz de determinar si algún tóxico ha intervenido en un proceso criminal con resulta de lesiones y/o muerte de un organismo, así como si se ha visto alterada la voluntad o las capacidades volitivas de una persona. Os animo a seguir ahondando en este tema tan interesante.
Que artículo más interesante. Imagino que, especialemente, en la antiguedad el uso de venenos era un método muy «anónimo» con el que llevar a cabo un crimen de sangre.
Así es, Walter, se usaban con mucha frecuencia porque, además, o no se conocían los síntomas o no había adelantos científicos suficientes para rastrear el veneno en los cuerpos de las víctimas.
¡Muchas gracias por tu comentario!