Edmunds Bērzs, un arquitecto de éxito, desaparece sin dejar rastro cuando regresa a Riga tras visitar la granja de sus padres. La investigación —a cargo del inspector Valdis Strūga— pronto se encalla, y el caso pasa de la crónica policial al territorio de la introspección moral: ¿cómo se investiga a un ausente y qué revela esa pesquisa sobre quien interroga?
Aunque se abre como procedimiento de desaparición, Bels tuerce el género hacia un thriller psicológico que explora tres ejes muy propios del análisis criminológico:
La pesquisa como espejo del investigador
Strūga es un estudio de caso sobre implicación afectiva, disonancia cognitiva y sesgos de confirmación en la labor policial. A medida que se identifica con el desaparecido, el inspector roza el túnel atencional: selecciona indicios que encajan con su “imagen” de Bērzs y desatiende pistas que no cuadran. La novela no sermonea: dramatiza ese proceso desde dentro, mostrando cómo la subjetividad puede contaminar hipótesis y decisiones (qué seguir, a quién interrogar, cuándo dar por “agotada” una línea).
Victimología de la ausencia
La esposa, Edīte, ilustra el daño difuso de la desaparición: sin cuerpo ni certeza no hay duelo, ni reparación, ni estatus jurídico claro. Bels capta ese limbo con precisión: la vida cotidiana se convierte en expediente abierto, cada gesto en posible “indicio” que reinterpreta el pasado con la ansiedad del presente.
Estructuras de control y libertad individual
Escrita en la Letonia soviética, «La jaula» se ha leído como alegoría de la opresión estatal: cuerpos vigilados, relatos oficiales, autocensura y estrategias de supervivencia. Pero, más que panfleto, es una indagación sobre la libertad bajo condicionamiento: hasta qué punto nuestras decisiones son propias o respuestas aprendidas dentro de “la jaula” social. Ese trasfondo histórico-político añade una capa de criminología crítica (control social, normatividad, disciplina) que enriquece la lectura del caso.
Bels combina tensión de misterio con prosa de ideas. El arranque maneja con solvencia los códigos del noir (cronologías, versiones, pequeñas contradicciones), pero conforme avanza desplaza el foco hacia la ética de la investigación y la responsabilidad personal.
Me gustaría poner en valor la magnífica labor de edición de Automática ya que es limpia y cuidada; la traducción de Rafael Martín Calvo mantiene el tono sobrio, casi clínico, que pide la historia.
Recomiendo esta novela porque es un caso de desaparición bien modelado para discutir protocolos (último avistamiento, reconstrucción de itinerarios, gestión de incertidumbre) y errores frecuentes (hipótesis cerradas demasiado pronto). El retrato de sesgos en toma de decisiones policiales, es también útil para docencia o talleres de metodología de la investigación criminal. Además, el contexto de control político que permite dialogar con teorías de control social y violencia estructural añade un punto de valor a la obra.
«La jaula» es un raro cruce entre novela de desaparición y ensayo sobre libertad y responsabilidad, pertinente para la criminología tanto por su diseño de investigación como por su mirada sobre el poder que encierra y normaliza. Un clásico letón que llega en castellano con vigor contemporáneo de la mano de Automática Editorial.