En el panorama de la novela policíaca contemporánea en española, Ulises Bértolo se ha ido consolidando como un autor que combina el suspense clásico con una mirada crítica hacia la sociedad actual. Su obra Exitus. La muerte nunca es el final se inscribe en la tradición del thriller policíaco con tintes de misterio y elementos de denuncia social, pero lo hace desde una propuesta que busca impactar al lector no solo a través de la acción, sino también desde la reflexión. Y, no sólo lo busca, sino que lo consigue.
Uno de los elementos más destacables de Exitus es su capacidad para crear atmósferas intensas y cargadas de tensión. Bértolo construye un Madrid sombrío, que funciona como espejo de los conflictos internos de los personajes. La ciudad deja de ser un mero escenario para transformarse en un personaje más, lleno de rincones oscuros, secretos institucionales y ecos de un pasado que no termina de cerrarse. La novela viaja a través del tiempo y el espacio, y nos lleva a localizaciones poco visitadas por los turistas occidentales como lo puede ser Irak y a culturas, como la yizadí, de la que poco o nada sabemos. Muestra en sus líneas, cómo vidas tan apartadas, tan distintas y tan alejadas en lo fundamental pueden terminar entrelazadas en un mundo globalizado y, a veces, carente de escrúpulos.
El estilo del autor se caracteriza por una prosa directa pero cuidada, con descripciones precisas que nunca caen en la sobrecarga. Sus capítulos suelen ser breves, lo que imprime un ritmo ágil, casi cinematográfico, que mantiene al lector enganchado. Sin embargo, el autor sabe alternar la acción con momentos de introspección, donde se percibe la influencia de la novela negra clásica: no solo importa el crimen, sino también el impacto psicológico que este genera en quienes lo investigan y en quienes lo sufren. Los diálogos, realistas y naturales, acomodan al lector en cada uno de los momentos de acción.
Uno de los mayores logros de la novela es la construcción de sus personajes, especialmente su protagonista. Ulises Bértolo se aleja de los estereotipos de la novela policíaca más convencional. La figura central, una exagente de la ley que carga con un pasado turbulento, representa tanto la vulnerabilidad como la determinación, y permite al lector explorar el lado más humano de la investigación criminal.
Alrededor de ella orbitan personajes secundarios que enriquecen la trama: compañeros de investigación, figuras institucionales, aliados y antagonistas que se mueven en una gama de grises morales. Nadie es completamente inocente ni enteramente culpable, y esa ambigüedad es uno de los aciertos del libro, porque refleja una visión realista y desmitificadora de la justicia y el poder.
Aunque Exitus funciona como un thriller adictivo, su interés literario reside en los temas que plantea de fondo. La novela aborda cuestiones sobre el mal, la culpa y la delgada línea entre la justicia y la venganza. También invita a reflexionar sobre cómo las estructuras sociales y políticas pueden generar monstruos invisibles, y cómo ciertas violencias quedan legitimadas bajo discursos de orden o moralidad.
Sin entrar en detalles de la trama, es evidente que Bértolo se interesa por mostrar que los crímenes no ocurren en un vacío: siempre hay un contexto social, político y humano que los alimenta. Esta dimensión convierte la obra en algo más que un simple entretenimiento; la novela interpela al lector y le deja preguntas abiertas sobre las motivaciones humanas, la corrupción y la fragilidad de las instituciones. La magnífica contextualización del crimen central de la trama le da a la novela un marcado interés criminológico, incluso desde la ficción.
Otro aspecto destacable es la sólida documentación que sostiene la historia. Se percibe un conocimiento profundo de los procedimientos policiales, así como de ciertos elementos históricos y culturales que aparecen en la novela. Sin abrumar con tecnicismos, Bértolo logra transmitir una sensación de verosimilitud que aumenta el impacto de la narración.
La combinación de investigación criminal con elementos que rozan lo simbólico o lo ritual le otorga a la novela una capa de misterio que potencia su atractivo. Este recurso funciona bien porque el autor lo maneja con sutileza: nunca se impone sobre la historia, sino que la enriquece.
La estructura de la novela es otro de sus puntos fuertes, por no decir el más fuerte de todos. Bértolo organiza la historia con un ritmo progresivo que alterna tensión y respiro, lo que mantiene la atención sin saturar al lector. La fragmentación en capítulos cortos, sumada a un estilo claro, convierte a Exitus en una lectura ágil pese a la complejidad de su trasfondo temático. En ningún momento el lector se siente perdido en la trama sino todo lo contrario, la información va encajando, suavemente y en las dosis adecuadas, como si de un puzle se tratara.
El suspense se construye de manera gradual, evitando los giros gratuitos y apostando por revelaciones que resultan coherentes dentro del universo narrativo. Aunque es una novela que invita a la lectura compulsiva, también deja espacio para la reflexión, lo cual equilibra el entretenimiento con la densidad literaria.
En los años noventa se popularizaron unas imágenes 3D que, a simple vista, no tenían ningún significado pero que, al acercarlas a la nariz para después alejarlas, nos hacían entrar en una imagen completamente escondida. Al visualizar esa imagen oculta, nos invadía la sensación de entrar en una nueva dimensión, de estar aislado de todo y de todos para disfrutar, íntimamente, de esa imagen escondida. Esa misma sensación es la que el lector sentirá si se adentra en «Exitus. La muerte nunca es el final». Gracias, Ulises, por este regalo.