Hoy me hago eco de una noticia vista en el diario El País. Se trata del caso de Isabel, una mujer de 74 años que fue víctima de una elaborada estafa romántica, la cual revela preocupantes aspectos relacionados con el uso de mujeres como testaferros y la vulnerabilidad de personas mayores en situaciones de soledad. La historia comienza cuando «Nicolas», un supuesto gentleman francés, contacta a Isabel a través de Instagram. Durante cuatro meses, logra manipular sus emociones, aprovechándose de su fragilidad emocional tras la muerte de su esposo, y le extrae un total de 22.000 euros bajo la falsa promesa de un romance y una visita inminente.
Este caso tiene varios puntos de interés para la criminología. En primer lugar, la explotación emocional de víctimas vulnerables a través de plataformas digitales, ya que es un fenómeno creciente. Los estafadores, como en este caso, usan la identidad de personas reales, como el actor italiano Flavio Montrucchio, para crear perfiles falsos que resultan atractivos para las víctimas. La elección de personas en situaciones de fragilidad emocional, como viudas o personas mayores, demuestra un patrón de selección basado en la vulnerabilidad, lo que subraya la necesidad de una mayor protección y sensibilización para este grupo demográfico.
En segundo lugar, la trama desvela el uso de mujeres en España como testaferros para lavar el dinero obtenido a través de la estafa. Las cuentas bancarias de estas mujeres muestran movimientos inusuales, como la recepción de grandes sumas de dinero bajo conceptos como «asistencia familiar». Este aspecto sugiere la existencia de redes más amplias de criminalidad organizada que no solo explotan a las víctimas, sino que también involucran a terceros, muchas veces sin su conocimiento completo, en actividades ilegales. Esto plantea preguntas sobre la complicidad y el grado de responsabilidad de estas personas, así como sobre la eficacia de los mecanismos bancarios y judiciales para detectar y prevenir tales actividades.
Por otro lado, podemos observar cómo el rechazo del juez de Barcelona a investigar más a fondo el caso de Isabel, a pesar de las evidencias proporcionadas por los Mossos d’Esquadra, muestra las dificultades legales y procesales que enfrentan las víctimas de estafas románticas al buscar justicia. Este aspecto pone en relieve la necesidad de mejorar la formación y sensibilización de los operadores judiciales respecto a las complejidades de estos casos, que van más allá de un simple intercambio voluntario de dinero y entran en el terreno de la manipulación emocional y el fraude estructurado.
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